Una investigación publicada en REVISTA IBERO-AMERICANA DE EDUCACION por A. Giráldez (Profesora de Didáctica de la Expresión Musical en la Escuela Universitaria de Magisterio de Segovia de la Universidad de Valladolid, España) explora las posibilidades y desafíos de las nuevas tecnologías, enfocándose concretamente en la Web 2.0 y lo que esta implica para la educación musical: una oportunidad sin precedentes para crear, remezclar, participar y compartir música en contextos escolares.

creacion musical en las aulas

Dentro de esta investigación cita a RedPanal como una de las experiencias de composición de música por internet, donde toda la comunidad participa, crea y comparte música.

Continúa analizando el papel que pueden desempeñar en las clases de música y, de modo particular, en los procesos de creación y difusión musical. La creación musical suele ser una asignatura pendiente en la mayoría de las programaciones escolares, centradas más en la interpretación y la audición que en la improvisación, la elaboración de arreglos o la composición musical, consideradas tradicionalmente como actividades complejas, reservadas solo a músicos profesionales. Si bien estas creencias ya han sido puestas en tela de juicio, y numerosas investigaciones, propuestas y experiencias didácticas han demostrado que son erróneas1, el desarrollo de las TIC, y de manera particular de la tecnología musical, ha contribuido a cambiar definitivamente muchas de las ideas acerca de la creatividad, reduciendo la distancia entre los compositores profesionales y los aficionados. La composición musical ya no es considerada como una ocupación reservada solo a especialistas, sino como una actividad que puede ser desarrollada por cualquier persona con el interés y la motivación necesarios.

Diversos estudios realizados en las últimas décadas (véanse Webster, 1998; Folkestad, 1996 y 1998; Kassner, 2000; Nilsson, 2002, entre otros) han mostrado cómo los ordenadores, los sintetizadores y otros periféricos aumentaban las posibilidades de los jóvenes para expresar sus ideas musicales y disminuían la necesidad de poseer conocimientos teóricos o habilidades instrumentales para llevar a cabo su tarea. Pero, sin lugar a duda, ha sido en los últimos años cuando estas posibilidades se han multiplicado. Por una parte, como veremos más adelante, los fabricantes de software apuestan cada vez más por la edición de programas técnicamente accesibles y provistos de materiales pregrabados que convierten la composición en una especie de puzle sonoro, al alcance de cualquier usuario. Algunas de esas aplicaciones, u otras similares –ya sea por iniciativa de los propios fabricantes o de instituciones, asociaciones o usuarios que trabajan de forma altruista–, tienen también versiones en línea, caracterizadas generalmente por sus interfaces gráficas aun más sencillas y amigables, que posibilitan un uso intuitivo. Por otra parte, la propia Red, y de manera especial la Web 2.0, proporciona tanto nuevas herramientas para la composición musical colaborativa como los canales necesarios para difundir las creaciones propias, con lo que las composiciones musicales, individuales o colectivas, hechas en la escuela o en el hogar al trascender las aulas quedan expuestas, entrando por derecho propio en la vida musical de la comunidad.

A partir de estas premisas, el presente artículo, en base a la experiencia y los conocimientos adquiridos a través de algunos estudios e investigaciones sobre el uso de las TIC en la educación musical en contextos escolares y de formación inicial y permanente del profesorado, tiene como objetivo describir y analizar algunas de las herramientas digitales disponibles en Internet para la creación y la difusión musical y su repercusión en la enseñanza. En los últimos años hemos comenzado a asumir que los jóvenes aprenden muchas cosas sobre la música sin que medie una enseñanza musical formal (Folkestad, 1998; Mak, 2006; Jaffurs, 2006; Cuadrado Esclapez, T., 2008). Somos conscientes de que numerosos aprendizajes musicales tienen lugar fuera de la escuela, en situaciones en las que no hay un profesor y en las que lo que motiva la acción no es aprender música, sino disfrutar escuchando, interpretando solo o con otros, creando, bailando o jugando a su son. Estos aprendizajes informales, que han tenido lugar desde tiempos inmemoriales, se han visto acrecentados a medida que el desarrollo de las tecnologías y el acceso a las mismas fueron modificando radicalmente la cantidad y calidad de las actividades musicales que los jóvenes realizan en su vida cotidiana.

partitura

Esto significa, más que nunca, que los profesores de música difícilmente se encontrarán en clase con alumnos musicalmente ignorantes o desinformados. Por el contrario, la mayor parte de los estudiantes que llegan a las aulas poseen un conocimiento musical rico y de algún modo sofisticado, adquirido a través de una amplia variedad de actividades musicales que tienen lugar fuera de la escuela.

Es justamente este bagaje el que debe ser considerado como punto de partida para la realización de experiencias de creación musical ricas y significativas en el aula, y nos lleve a repensar lo que significa «saber» música como requisito para la composición musical.

Para algunos profesores la composición es una actividad que solo podrán desarrollar quienes posean una cierta competencia instrumental que les permita probar en su instrumento las ideas musicales, determinadas habilidades de lectura y escritura musical y ciertos conocimientos básicos sobre teoría musical. En mayor o menor grado, eso es lo que se entiende por «saber» música. Pero lo cierto es que las habilidades instrumentales y de lectura y escritura musical desarrolladas por la mayoría de los estudiantes que comienzan la educación secundaria no son suficientes si lo que se pretende es enseñarles a componer con métodos tradicionales. No todos podrán traducir a su instrumento lo que han imaginado y pocos serán capaces de transcribir esas mismas ideas. Del mismo modo, difícilmente los conceptos teóricos adquiridos podrán tener de forma directa una aplicación práctica.

Si esta es la única vía para componer en el aula poco podrá hacerse, y los resultados de lo que se haga seguramente serán muy pobres. Por el contrario, si por «saber» música entendemos el poseer una experiencia auditiva rica y el tener criterios para combinar sonidos o patrones rítmicos o melódicos, modificar timbres u otros parámetros, estructurar las ideas que van surgiendo, escuchar y evaluar los resultados para mantener o modificar lo que se ha creado, etc., probablemente las posibilidades se multipliquen. Estas son habilidades que, en mayor o menor medida, poseen miles de jóvenes que, con una formación autodidacta, crean a diario su propia música sin «saber» música en el sentido que se ha dado tradicionalmente a este concepto. Y estas son las habilidades requeridas para componer en las aulas de música usando algunas de las nuevas herramientas tecnológicas disponibles, entre ellas, algunos secuenciadores (tanto por software como en línea) que, en principio, no requieren del conocimiento de ningún tipo de notación, como por ejemplo ciertos editores de audio, determinadas aplicaciones virtuales alojadas en páginas web que ofrecen recursos gráficos que pueden ser manipulados por el usuario o programas específicos basados en el uso de la notación gráfica. Todas estas aplicaciones, como veremos a continuación, posibilitan la creación de piezas musicales a partir de la combinación de elementos sonoros incluidos en las mismas.

LA COMPOSICIÓN MUSICAL COMO «CONSTRUCCIÓN»

En los últimos años hemos podido comprobar cómo uno de los desafíos para los diseñadores de software musical ha sido el de crear aplicaciones que, a pesar de integrar cada vez más funciones, son más fáciles de utilizar. En muchos de estos programas no es necesario «saber» música, ya que la composición se basa en la combinación de loops2 u otros materiales sonoros pregrabados que pueden combinarse entre sí, opcionalmente con el agregado de ritmos o melodías originales que se introducen en la aplicación, ya sea tocando en tiempo real o usando funciones «paso a paso» que luego el propio programa se encargará de corregir, por ejemplo, ajustando la duración de las notas para adecuarlas al compás elegido.

Fuera del ámbito de la informática musical, este tipo de composición también ha sido utilizado en numerosas propuestas didácticas, especialmente basadas en la combinación de patrones rítmicos o melódicos (véanse, entre otros, Dennis, 1975 y 1984, pp. 83- 88; Carter, 1981; Bramhall, 1989).

Su principal ventaja es que el alumnado no tiene que «partir de cero», sino que puede centrar su atención en la combinación de una serie de elementos que conoce, que sabe cómo suenan (aunque no sepa cómo sonarán al mezclarse entre sí) y que puede modificar para acomodarlos a las decisiones que vaya tomando. El grado de dificultad de este tipo de composición puede, evidentemente, variar en función del tipo de patro- nes o elementos disponibles en el programa, de las posibilidades de transformación de los mismos, de las opciones que haya para su combinación, etcétera.

Dada una serie de elementos, las posibilidades de combinación son diversas y, consecuentemente, las piezas creadas por cada estudiante, pareja o grupo también serán distintas. Para comprender esta idea pensemos en lo que sucedería si diésemos a diferentes grupos de alumnos las mismas piezas de un tangram. Los resultados obtenidos variarían de acuerdo a las decisiones tomadas por cada uno de ellos, pero todos serían más o menos válidos. Fuera del entorno escolar, la composición basada en la combi- nación de loops y en el remix digital es una práctica habitual entre músicos y grupos que usan programas específicos para sus creaciones musicales. Gran parte del repertorio perteneciente a estilos como el techno, el ambient, el hip hop o la DJ music está siendo creado por personas que, sin «saber» música, o contando con unas mínimas nociones de lenguaje musical, consiguen resultados con un alto grado de creatividad y originalidad. La industria musical ha seguido de cerca esta tendencia proporcionando herramientas adecuadas a las demandas de músicos profesionales y aficionados (Buzarovski, 2005). Algunos ejemplos paradigmáticos de aplicaciones pensadas para el inmenso mercado de principiantes y aficionados a la música son GarageBand3 y ACID Music Studio4. En ambos casos, se trata de herramientas que posibilitan la creación y grabación en audio y MIDI5 a partir de la combinación de una inmensa variedad de bucles.

¿Es esto componer? Para algunos profesores no, puesto que no todo el material es original, es decir, creado por el compositor, y lo que se hace realmente es reelaborar o remezclar materiales musicales preexistentes. Para otros, que generalmente parten de nuevos conceptos de musicalidad y creatividad, sí lo es, ya que consideran como composición «cualquier pieza musical cuyo creador experimenta como significativa» (Nilsson, 2002). Nuestra idea de lo que supone componer coincide con la de Nilsson y parte de una definición amplia en la que tienen cabida dos de las acepciones del término que nos da la RAE: «producir obras musicales» (sin limitar sus características) y «formar de varias cosas una, juntándolas o colocándolas con cierto modo u orden». Hablamos de composición en aquellos casos en los que el trabajo de los estudiantes, ya sea realizado de forma individual o en pequeños grupos, a través de un proceso consciente, voluntario y controlado, tiene como resultado la elaboración de un producto musical que puede ser interpretado en diferentes ocasiones, incluso sin la presencia del compositor (Folkestad, 1998, p. 109). Esto implica «retener» aquello que se ha inventado, ya sea a través de la elaboración de una partitura – elemento que algunos de los modernos secuenciadores generan de forma automática «traduciendo» los sonidos a signos– o de una grabación, función de la que también dispone la mayoría de los secuenciadores y que, eventualmente, puede realizarse usando algún editor de audio, como Audacity6 o GoldWave7.

La experiencia nos demuestra el interés de los aprendizajes observados cuando los estudiantes usan el software como un recurso insustituible para dar forma, de manera rápida y eficaz, a sus ideas creatividad y originalidad. La industria musical ha seguido de cerca esta tendencia proporcionando herramientas adecuadas a las demandas de músicos profesionales y aficionados (Buzarovski, 2005). Algunos ejemplos paradigmáticos de aplicaciones pensadas para el inmenso mercado de principiantes y aficionados a la música son GarageBand3 y ACID Music Studio4. En ambos casos, se trata de herramientas que posibilitan la creación y grabación en audio y MIDI5 a partir de la combinación de una inmensa variedad de bucles.

rosegarden

COMPOSICIÓN MUSICAL COLABORATIVA EN INTERNET

El uso de la Red como recurso para la composición musical colaborativa no es nuevo. Las primeras experiencias realizadas por educadores musicales e investigadores se remontan a mediados de la década de 1990. Proyectos tales como el Composers in Electronic Residence (CIER), iniciado en Canadá en 1995 por David Beckstead, o el Vermont MIDI Project12, iniciado en ese mismo año, y aún activo, fueron pioneros en el uso de Internet para facilitar la composición musical colaborativa. La idea general de estos proyectos es vincular a cada estudiante con un compositor profesional, un estudiante de composición o un profesor. El estudiante puede subir a una página web creada especialmente para el proyecto sus ficheros MIDI o sus partituras, que son revisadas por el tutor que se le ha asignado, quien le ofrece comentarios para mejorar su trabajo.

Un poco más reciente es Sound of our water13, presentado por la UNESCO en 2003 como parte del proyecto titulado Young Digital Creators14. A través de esta propuesta, vinculada con distintas áreas (ciencias naturales, geografía, historia, música, etc.), los jóvenes tenían la oportunidad de reflexionar sobre diferentes temas relacionados con el agua e integrar sonidos digitales en sus propias creaciones de paisajes sonoros acuáticos. Al iniciar el programa se grababan fragmentos de sonidos acuáticos que eran subidos a un banco de sonidos en la web y quedaban a disposición de todos los participantes. Estos sonidos eran usados por los jóvenes creadores para componer sus piezas musicales o paisajes sonoros, que también eran subidos a la red. Todos los participantes podían opinar y debatir sobre las distintas piezas en una comunidad en línea. Finalmente, las obras creadas eran publicadas e interpretadas en eventos en los que una audiencia internacional podía disfrutar y compartir opiniones sobre las mismas.

Fuera del ámbito educativo, en los últimos años también se han creado sitios web colaborativos en los que estudiantes y músicos aficionados pueden reunirse para participar, componer, compartir y promover sus creaciones. Algunos ejemplos son Kompoz, Red Panal y ACIDplanet.

El sitio web mencionado en primer término, Kompoz15, es una plataforma para la composición musical colaborativa en línea en la que usuarios y músicos de todo el mundo pueden trabajar conjuntamente y compartir sus creaciones. Por ejemplo, si alguien tiene una idea para componer una canción, puede grabar una maqueta (o solo una pista), subirla e invitar a otros usuarios para que añadan la percusión, un bajo, voces, etcétera.

Características similares encontramos en Red Panal16, un espa- cio virtual dirigido a compositores, músicos, técnicos de sonido y aficionados interesados en la composición musical colectiva y colaborativa. Con un diseño interactivo, se define como una red social especializada donde los usuarios dejan de ser meros consumidores para convertirse en productores de contenidos. El sitio web dispone de numerosas herra- mientas Web 2.0 que permiten el intercambio y publicación de creaciones propias.

El tercero de los ejemplos, ACIDplanet17, es un sitio comercial creado por Sony Creative Software, que ofrece colecciones de samples (muestras de sonido) de compositores y usuarios registrados que pueden ser bajados al propio ordenador, remezclados y vueltos a subir al sitio para participar en concursos periódicos de remix. El portal proporciona un software gratuito, ACID XPress, con el que se pueden elaborar las distintas composiciones.

Estas y otras herramientas digitales para la composición musical colaborativa en línea abren nuevas e insospechadas posibilidades para enriquecer los procesos de enseñanza y aprendizaje. Los proyectos y entornos comentados en este apartado son solo una pequeña muestra de la evolución de los recursos en línea para la composición musical en la última década. Sitios colaborativos tales como el ya mencionado ACIDplanet brindan un entorno en el que los estudiantes pueden subir y compartir la música que crean, no solo con sus compañeros sino también con estudiantes de cualquier lugar del mundo y con cualquier usuario interesado en escucharla. En este sentido, se trata de herramientas que, además, ofrecen grandes posibilidades para la difusión del trabajo realizado en el aula, a las que se suman otras, como los espacios virtuales que permiten alojar ficheros de audio y podcast (por ejemplo, Odeo y Poderato) o incluso los propios blogs, wikis y páginas creadas en redes sociales, usados cada vez más frecuentemente en entornos educativos, en los que los ejemplos musicales pueden incluirse mediante un sencillo procedimiento que consiste en copiar y pegar el código embed proporcionado por el servidor en el que se alojan los ficheros.

Los avances tecnológicos de las dos últimas décadas han posibilitado la creación de nuevas herramientas para la expresión creativa, multiplicando el número de personas que componen su propia música. Según una encuesta realizada en Francia hace ya más de siete años (Pouts-Lajus y otros, 2002, citado por Delalande, 2008, pp. 7-18), al menos un millón de personas, número que incluía a niños, jóvenes y adultos, componía habitualmente en sus ordenadores personales. En el tiempo transcurrido hasta el presente es muy probable que esta cifra se haya multiplicado, respondiendo a la tendencia marcada por el surgimiento y evolución de nuevas herramientas tecnológicas en el entorno de la Web 2.0, en el que el usuario consumidor ha dado paso al usuario productor. De hecho, un estudio realizado más recientemente en los Estados Unidos muestra cómo más de la mitad de los jóvenes que usan Internet crean y comparten contenidos multimedia. Además de generar blogs o páginas personales, una inmensa mayoría remezcla imágenes y sonidos para elaborar creaciones propias y, a su vez, comparte en línea sus producciones (Lenhart y Madden, 2005).

Como hemos venido señalando, las tic presentan una oportunidad inédita y la experiencia de músicos y aficionados que trabajan fuera del ámbito escolar invita a pensar en nuevas posibilidades de aprendizaje musical que pueden enriquecer el trabajo que se realiza en las escuelas y contribuir a derribar los muros del aula, posibilitando la conexión con un mundo musical más amplio y diverso.

Comentarios

Hola, curso artes electronicas en la UNTREF y estamos haciendo un tp sobre derechos de autor, musica en internet, composicion colectiva, y la verdad me ayudó muchisimo este post con los nombres de algunas obras realizadas con la comp. colect. en internet, y sitios web para hacerla. Muchas gracias. y si podrías decirme algunas obras más que conozcas que se hallan hecho sería genial.

Giorgina

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