Ayer los amigos de La Tribu lanzaron el libro Muerde! Transcribimos nuestra intervención en el mismo, para que cualquiera la pueda criticar, endulzar y/o reelaborar con más material. Es un posteo de corte más teórico que los que acostumbramos, pero creemos que a muchos de ustedes (almas libres y creativas) les va interesar. Esta es la primer parte, mañana seguiremos con el resto.

Viviendo el cambio.

Somos una generación que nació y creció en un mundo desesperanzado y enmudecido.

El “fin de la historia” nos cayó sobre las espaldas, lapidó sueños y mandó al arcón de los recuerdos toda propuesta de cambio de las injustas estructuras que todavía sostienen nuestra sociedad. Neoliberalismo, dumping social, desempleo estructural. Nada que hacer contra estas fuerzas todopoderosas.

Y sin embargo… Estamos viviendo una gigantesca revolución. La realidad se está modificando radicalmente frente a nuestro ojos, con una velocidad y una profundidad absolutamente increíbles. Cotidianamente, estructuralmente, capilarmente. Todo lo que creímos resuelto cambia. Todas nuestras referencias se modifican y abren paso a nuevas cosmovisiones, renovados anhelos e iniciativas. Desde acá y desde allá.

Todavía nadie sabe del todo que está pasando, pero está claro que nada seguirá siendo como es.

El fetiche tecnológico.

La lectura generalizada sobre la actual etapa es que los cambios que vivimos los está generando la tecnología. Las computadoras personales, Internet, la nanotecnología, los satélites y la mar en coche.

Una lectura parcialmente cierta, pero que contiene un olvido que complica todo: no existe tecnología sin humanos. Nosotros la creamos, la desarrollamos, la usamos para unas cosas o para otras.

Por eso mismo, no hay tecnología buena o mala. Tecnófilos y tecnófobos equivocan la discusión, proponiendo características intrínsecas que nada tienen que ver con la realidad. La deshumanización de la tecnología es un laberinto sin salida, un nudo gordiano irresoluble, pero sobretodo falaz.

Mafalda

Tecnologías constituyentes.

Por primera vez en la historia un modelo de producción no se basa en objetos. La “Era de la información” se sustenta fundamentalmente en “lo inmaterial”, siendo notable que las nuevas tecnologías apuntan más a las relaciones inter-subjetivas (formas de generación, recolección y segmentación de conocimiento) que a la creación de bienes específicos como herramientas o maquinarias.

Esta característica propia de las tecnologías de la información y la comunicación es potente. Tiene dos consecuencias más que interesantes para pensar el futuro que nos convoca:

1.- En términos económicos, los costos de producción tienden a cero. Es decir, se necesitan recursos humanos en forma intensiva, capacitados y con cierta infraestructura, pero nada comparable a lo que se requería en la lógica metal-mecánica, automotriz. Unas líneas de código pueden tener mayor incidencia económica que una fábrica de miles de trabajadores. Esto, si lo sumamos a las lógicas colaborativas nacidas en las comunidades de Software Libre y código abierto, implican un nuevo, integral y alternativo paradigma de producción. Una discusión necesaria es como se reparten socialmente los excedentes generados, pero no nos vamos a meter en esto, por el espacio acotado que tenemos.

2.- Al ser las relaciones inter-subjetivas relaciones de poder, el desarrollo de proyectos basados en TICs implican esquemas que modifican la organización social y plantean esquemas asociativos potencialmente distribuidos, horizontales y participativos. En este sentido, es importante volver a resaltar que nada esta resuelto a priori. Las TICs podrían también derivar en formas de control social hasta ahora inimaginables, que dejarían al panóptico obsoleto y disfuncional. La lucha por una sociedad más justa no depende de la tecnología sino de los humanos. La historia la escribimos nosotros y es nuestra exclusiva responsabilidad.

Comentarios

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